lunes, 25 de agosto de 2008

Felipe Ruiz, poeta Sub 30 edita “Arquero”

“El concepto de poeta joven ha llegado a su fin”

El manicomio puede ser el trabajo, el gimnasio o un mall afirma este joven poeta que removía el cieno del pantano estancado en la poesía lola de comienzos de esta década y fines de la anterior como una pulga en el poemario. Tras conocer la locura desde dentro y sin llave de salida, hoy edita “Arquero”, su tercera obra.

Un sábado, Felipe Ruiz se paraba ante la intelectualidad de izquierda junto a su amigo y poeta mapuche "El Llancao" y recitaba en las fauces del cuiquerío snob: “Qué se creen cuicos culpaos/Por qué lo miran así/Que si acaso ellos se han leído algo más de Neruda que no hayan tocado los Jaivas?”. Aplaudido por gente de lentes marco grueso que sólo ven películas en Cinemax y leen la contraportada de los libros, esos versos que Ruiz garrapateaba desde el subterráneo de la casa más grande del barrio Maruri tienen hoy el valor del coa infiltrado en la academia.

En la semana asistía como lector invitado a un liceo de Cerro Navía donde festinaba en prosa sobre la prolífica camada de hijos que parían las alumnas del colegio Héroes de la Concepción antes de cuarto medio. Todo entre las risas generales de las chicas y la cara de póker de la administración del colegio.

El resto del tiempo transcurría como becado en el doctorado en estética de la Universidad de Chile, jugando Mortal Kombat en los desaparecidos juegos Diana de Ahumada, en lecturas poéticas en México, dando clases en la Universidad, alucinando extraviado y desnudo por las calles de Perú o montando el encuentro poético latinoamericano gestado junto a Pablo Paredes y Hector Hernández con la plata de las fotocopias. Un mitín llamado “Poquita Fé” que ya va por su tercera sesión. Hoy su tercer poemario lleva por título “Arquero” y es un redescubrimiento del padre, del hijo y del espíritu impuro que lo obliga a escribir.

Mientras firma su ejemplar de Arquero, editado por Fuga recuerda lo que han sido estos últimos tres años de creación. “Arquero es un libro que me demoré poco en escribir, pero que me llevó tres años confeccionar, es decir, dar con un lenguaje. Mi sueño siempre fue darle una vuelta a la anti poesía parriana. Creo haberlo conseguido con mi libro y me importa un bledo si no es tan popular como Poemas y antipoemas, cuento con la venia de los dioses”.

Volando sobre el nido del cuco

Ruiz se dio algunas vueltas por el infierno entre obra y obra. Presa de la locura, curas de sueño y pastillas de colores. Su gracia es ser un poeta maldito clínicamente comprobado. “Mi crisis psiquiátrica puede pasar simplemente como un archivo médico, pero para mí tiene un ribete espiritual muy profundo. Honestamente me siento tranquilo y después de este libro lo que venga será en esa dirección, pues “Arquero” es el resultado de múltiples procesos y tiene por supuesto que ver con mis dos estadías en el psiquiátrico. Allí, en ese paso, pude evidenciar mi propia fortaleza y a la vez vivenciar gran parte de lo que yo considero es la nobleza del poema: que el amor persiste incluso en la locura”

-¿Y que piensas de ese lugar común que reúne a la locura y el genio de los malditos?

-Posiblemente es Artaud el que ha llevado la dicotomía entre genio y locura a su máximo esplendor. Pero incluso cuando la genialidad ha llegado a apaciguar la demencia, persiste en algunos casos dentro de los que me incluyo -, una comunicación con zonas riesgosas del alma para los que la ciencia aún no haya respuesta. Conversando una vez con un poeta amigo llegamos a la conclusión de que buena parte de la producción de mi generación era una poesía esquizofrénica, literatura para enfermos. Comparto ese planteamiento todavía.

-¿Esa poesía esquizofrénica es parte del paseo por el purgatorio?

-Creo que cuando tú tocas el fondo, cuando el dolor se manifiesta ya no simplemente a modo de una aflicción puntal y localizada, sino como una energía que traspasa y rodea todo tu ser estás a un paso de profundizar en el misterio de la vida. No en la forma burda en que se ha querido ver ese misterio, como algo bello e ideal, sino con todas sus sombras, con toda la tristeza de ver que tu vida en parte está al borde de un fracaso precisamente porque ese misterio es anterior a tus propias ambiciones y anhelos. Pasar por un hospital psiquiátrico puede ser desolador, pero en mi caso la experiencia más desoladora es la previa indigencia del alma frente al mundo tal y como te lo plantean.

Cuando recuerda ese esos episodios de su vida, reflexiona en torno al rol del manicomio moderno y cómo para algunos ese tipo de indigencia es una suerte de “feliz resignación” en que se admite como manicomio el lugar de trabajo, un mall o el gimnasio. Le preguntamos quiénes cree que son hoy los autores jóvenes inéditos que deberíamos buscar en Facebook y su respuesta es la más pesimista. “A mi parecer no existen hoy en día nuevos valores literarios posteriores al surgimiento de la generación 2000 o novísima. Los poetas inéditos por los que tú preguntas son en realidad bastante mediocres y no se percibe en ellos el aplomo que caracterizó a un Héctor Hernández Montecinos o un Pablo Paredes. Existen excepciones, como Rodrigo Arroyo, pero el resto de la camada más joven ostenta una mediocridad que me hace pensar que el concepto de poeta joven ha llegado a su fin”.

La venia de los dioses

En términos poéticos, "Arquero" es un giro a su anterior obra "Cobijo" que asimila el lenguaje coloquial de un modo más franco, pero también menos narrativo, con visos de una épica curiosa y a la vez grandiosa. En palabras de Raúl Zurita, Premio Nacional de Literatura la obra de Ruiz es notable:

"Felipe Ruiz es uno de los más notables poetas surgidos en Chile hoy. Como se vio en su libro "Cobijo", su escritura profundamente innovadora, corrosiva, arriegada, hace emerger la contracara pesadillesca de un sueño político social incumplido. Este rasgo, que es un poco lo que tiene en común su extraordinaria generación, me refiero a Héctor Hernández Montecinos, Paula Ilabaca, Diego Ramírez Gajardo y Pablo Paredes, esta presente en su obra de un modo inconfundible que se ubica en las fronteras de lo que hoy se está escribiendo. Junto a los nombrados y a unos pocos de sus inmediatamente mayores, Rubio, Carrasco, Silva, Bello, Felipe Ruiz ocupa un rol protagónico en la más formidable renovación de la poesía chilena de los últimos 20 años".


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