Books: “Arquero” de Felipe Ruiz. Daniela Moreno trae una crítica de “Arquero” de Felipe Ruiz, sobre apuestas seguras, croquis de Valparaiso y los imaginarios urbanos, tras el click. “Arquero”: Seguros entramados de una ciudad Por: Daniela Moreno. “Arquero” es el tercer libro de Ruiz, y el primero en caer a mis manos, fue una sorpresa leer un texto que denota gran trabajo y conciencia del poema como construcción, como un objeto de arte, y que se pasea por una ciudad rota, pero salvable. No obstante se pierden en este gran trabajo la voz y la potencia escritural. Según Armando Silva (Imaginarios Urbanos, 2000), la ciudad es “un escenario del lenguaje, de evocaciones y sueños de imágenes, de variadas escrituras” (p.19), es así como la urbe se construye y reestructura en manos de quienes la habitan, o de quienes transitan por sus calles y rincones. De esta forma, “Arquero” de Felipe Ruiz construye esta nueva ciudad, una asentada en el lenguaje y sus múltiples posibilidades, se trata de una ciudad texto/utopía. Dividido en tres secciones, la primera sin nombre, paraíso vertical y ludo, el poemario se vuelve circular, casi un rompecabezas de Valparaíso; en tanto que se abre con: “And then went down to the ship” del Canto I de Pound, lo que traspasa el texto de Ruiz, envolviéndolo en la niebla de Erza, inoculando una suerte de fuerza épica y mítica a ese otro Valparaíso de “Arquero”. Es esa fuerza la que permite hablar de un imaginario degradado, roto, de ahí que opte por un cielo mítico, símbolo de liberación y redención, apelando a la utopía porteña, en respuesta a una capital corroída: “/y vistos así parecían estrellas azules en el Olimpo//Pero era el cielo de Valparaíso el que los recibía//” [p.8]. La utopía está cerca y la ciudad será un espacio de reconciliación y encuentro: “/ (…) porque se hizo un país de llanto y se elevó el canto de/ Valparaíso a todo/ [p.30] Según Francisca Márquez (”Imaginarios urbanos en el Gran Santiago: huellas de una metamorfosis” en EURE vol. 33), los imaginarios urbanos no representan las visiones de mundo o ensoñaciones, sino que también organizan y estructuran la memoria. De esta forma, la primera sección del poemario se asienta en las criaturas que habitan Valparaíso: “Y los volantines se hicieron a la noche alados atados al cableado/ (…)” [p.7], se estructura un relato histórico-personal en torno a los habitantes y su caminar por la ciudad, desde las ñeclas que colman la ciudad, hasta sus inmortales, el poder que las acosa y no logra aplastarlas, que se pierden en el imaginario porteño: “Y así lo vi desvelado un dios venido a amarizar/afuera los mimos corren vestidos de monos animados” [p.12] En paraíso vertical con un lenguaje casual, pero no menos afectado, Ruiz desnuda la urbe desde la psiquis misma del transeúnte/habitante, violando las calles y sus rincones: Y prendieron el curado para hacer arder la pava que consumió el/ nylon volando aterrizándolos en sus fiestas// (…)” [p.17]. Finalmente en ludo, el poemario trabaja la idea de continuidad, de ahí el abuso de conectores: “y todas las tubas todos los trombones todos los fraguados bronces/al mismo son ¡no me sacaran de mis casillas”[p.36], esto potencia e incluso agota el sentido de tránsito, construyendo una suerte de discurso memorial o relato poético in media res del pasaje porteño: “Extendidos se ven los puesto en la calle llevan litros dentro: hay / camorra porque las sedes son inmensas” [p.27]. Cada poema se engrana al otro, en una suerte de organismo que late y respira en la palabra; como las venas de una ciudad ardiente, que se van develando en manos del poeta: “//Y en ese baile le dijeran que los mimos disfrazados de historietas le/ reciben el desocupado esplendor de Casa Blanca como una latitud/horizontal del paraíso de Chile”[p.14] Se trata de un trabajo sintético, que carece de la verborrea que suele acompañar a los poetas de su generación, también conocidos como los novísimos Es así como la palabra es cuestionada, y el mismo oficio poético: “Quema tú-me dice un editor viejo-las miles de varas que se / hacen pena con la muerte del cetáceo poeta//(…)//Perdiéndose en el muelle se escucha el venir de un robusto animal/yo lo oigo y no me muevo el cielo tiene que venir” [p.28]. El sujeto poético potencia se mueve entre el eros y tánatos, preponderando la pulsión tanática, la presencia de la ciudad/ desastre: “/empeñado ese silencio que traía como una merecida paz se hizo/tullido el matiz del cielo como una esperanza que traía a cuestas (…)/ Como un mar de rocas todo si escuchaste todo se hizo en los/ penachos tentación y muerte” [p.31]. Se destruye un poco la letra, trabajando con y sobre el objeto textual, más que utilizándolo como excusa literaria. Si bien el poemario es un texto de gran calidad escritural, y que logra plasmar el tránsito por el puerto y sus rincones, presentando una ciudad llena de misticismo y sueños, el texto se asienta en un modelo zuritiano y seguro, no rompe esquemas, sino que repite modelos más que probados y certificados, no plantea reescrituras o un quiebre con modelos anteriores, es esto lo que le sustrae potencia y autenticidad, siendo finalmente un agrado para el lector, es el entramado de Valparaíso, el croquis de Ruiz termina siendo solo una apuesta segura."
lunes, 23 de febrero de 2009
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